La tercera generación del Baleno ya llegó al mercado chileno para continuar con el legado que han formado sus antecesores. El anterior fue un best seller para Suzuki gracias factores clave como su calidad, precio de entrada y economía de combustible. Esos atributos había que mantenerlos y los puntos flacos, mejorarlos. Muchas cosas de la generación pasada aún perduran, pero tras más de 600 kilómetros de toma de contacto, el antes y después es evidente.
Este es uno de esos casos ideales para graficar que, tal como ocurre en la cocina, muchas veces lo que define un plato no son sólo sus ingredientes, sino también su preparación, o en lenguaje automotriz, su puesta a punto. Acá la materia prima es, en términos simples, un Baleno de segunda generación, con la misma plataforma Heartech, pero con otro sazón.
Lo que es cambiar de adentro
El Baleno saliente se deja ver en varios ángulos de esta tercera generación. Más que nada, Suzuki trabajó en hacerlo un auto que luzca más maduro y elegante. Aunque se pierde la jovialidad que inspiraba el anterior, el nuevo diseño, con sus nuevos faros LED, acentos cromados y llantas bitono, es totalmente coherente con los cambios que van bajo y dentro de la carrocería. También se agregan cuatro pinturas perladas (rojo, azul, plateado y grafito) a la paleta de colores exteriores, entre los que hay un tono burdeo, que evoca aquel Baleno de los años noventa.

La experiencia da un giro cuando te dispones a manejar el Baleno. Jalas la manilla y sientes que la puerta del conductor no suena a Suzuki. Tiene sustancia, otro peso, otro aislamiento. La miras y notas que te recibe un sobrio interior bitono, bien terminado y tapizado. Un pie adentro, una mano al volante de cuero y uno se deja caer en el nuevo asiento, mucho más mullido y contorneado. Ahora es cosa de acomodarse y dejar salir ese suspiro: casi que no reconozco al Baleno; vaya que ha mejorado.
Acá hay dos aspectos a revisar. Primero —el de profundidad—, está el desarrollo hecho sobre la plataforma Heartech. Se reforzaron puntos clave de torsión y se les cubrió con material aislante para anular cualquier crujido estructural. Las puertas, el cortafuegos y el suelo también se tornan en una frontera más gruesa para el ruido mecánico y aerodinámico. También relativo al viento, se engrosaron las ventanas delanteras, la luneta del portalón y se elevaron las salidas de ventilación del habitáculo para alejarlas unos centímetros de la carretera y del ruido de rodadura. Son detalles que marcan diferencias, pero que no se ven.

Por otro lado, la presentación del interior subió un peldaño y algo más con respecto al Baleno anterior. Claro, el punto de partida nunca fue refinado, sino incluso espartano. Estaba bien armado y era durable, pero no había mucho más. Por eso llama tanto la atención la pantalla de infoentretenimiento, bien integrada en el diseño interior y con una interfaz propia de la marca, puesto que la generación anterior sólo tenía radios aftermarket, siempre instaladas en Chile.
Más allá del contraste, estas pantallas centrales, de 7 o 9 pulgadas según versión, están bien resueltas, son obedientes y sencillas de usar. También cuentan con Android Auto y Apple CarPlay como equipo estándar. Lo mismo ocurre con el climatizador automático, que además viene de serie, al igual que el reposabrazos ajustable. En las versiones más equipadas hay algún toque más tecnológico, como el head-up display, el retrovisor electrocrómico o la cámara con visión 360.
Versátil y fácil de llevar
El lanzamiento del nuevo Baleno se llevó a cabo en dos días, en los cuales la caravana recorrió desde Vitacura, en Santiago, a Pichilemu y luego hasta Vichuquén. Fueron más de 600 kilómetros que, entre tanto tramo de carretera y de cuestas, bien podrían haber dejado a traspié al Baleno saliente, pero no fue el caso.

En Chile lo recibiremos con un motor gasolinero de 1.5 litros que entrega hasta 103 caballos de fuerza y 138 Nm de torque. Estos son algunos equinos más que el motor 1.4 anterior y, aunque no sean muchos, mejoran notoriamente la experiencia de conducción. Es un propulsor más alegre, más lleno cuando gira tranquilo y fino a altas revoluciones.
La transmisión manual de cinco velocidades se ajusta bien a esta entrega de potencia, ya que las primeras tres marchas dan agilidad, mientras que las otras dos relajan el régimen de giro. Es una buena calibración, que va de la mano con una puesta a punto de suspensión muy cómoda y efectiva en el aislamiento y en el control de la carrocería. En síntesis, este Baleno viaja mucho más aplomado y calmo en carretera que su antecesor.
Dados los tiempos que corren, el Baleno trae una gran noticia: buenísimos consumos. Es cierto que no podemos adelantar cifras correspondientes a un uso urbano hasta que le hagamos un test drive completo, pero sí nos consta —a toda la prensa asistente al lanzamiento— que, con una conducción normal, es posible superar los 20 kilómetros por litro en carretera, incluso viajando con tres adultos. Vale notar que estos autos eran completamente nuevos, por lo que con los kilómetros se podrían extraer algunas décimas más de rendimiento.

Finalmente, hay que mencionar que este Baleno tiene la opción de transmisión automática en sus dos niveles de equipamiento. Estos son GLS como entrada y GLX como la versión más suculenta, ambos correctamente equipados para su nivel de precio. El GLS se cae únicamente en ofrecer sólo dos airbags delanteros. Sin embargo, tiene de todo lo necesario para el día a día. El GLX, en cambio, agrega bastante equipamiento y por no mucho más dinero. ¿Cuánto? Desde $13.390.000 (14.600 dólares) para el GLS y desde $14.890.000 (16.300 dólares) para el GLX.
¿Con qué versión del nuevo Suzuki Baleno te quedarías tú? ¡Leemos tu opinión en los comentarios!